Fragmentos

 "La noche era fría, gélida diría yo, el cielo despejado y sereno, una noche tan nítida que parecía hecha por trazos de pureza. La nieve se extendía sobre todo el jardín, caminé por un rato, y al tiempo que lo hacía, la noté crujir bajo mis pies.  

Me acerqué al estanque, una pequeña capa de hielo cubría el agua, el denso vaho de mi respiración casi no me permitía ver el trozo de luna que se asomaba tímidamente a aquel espejo.

Recordé una vez más a Samuel, no me había escrito nada desde hacía unos días, esperaba que pronto lo hiciera y que me felicitara por navidad.

Entonces un pensamiento fugaz me sacudió entera, como si me hubieran dado una descarga de corriente, ¿estaría triste porque se tenía que marchar sin  verme?

Sé que sonaba sumamente egocéntrico, pero… ¿y si ésa hubiera sido la razón?

Me aproximé un poco más al bello estanque, me reflejé en él. Era hermosa, mucho, lo sabía y lo veía todo el mundo. Mi vida brillaba con una luz especial, un resplandor que me hacía destacar en todo lo que me proponía, que era cada día más brillante y gracias a mi recién estrenada juventud. Tenía encanto, carisma, o como algunos decían: “ángel”, qué sé yo, ¿y si todos veían ese fulgor, por qué no habría de verlo él?, me decía. ¿Acaso eras ciego, Samuel? No, no podía ser verdad, ¿eras el único al que mi hechizo no encandilaba?

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